Tú fuiste para mí la luz del día
la palma en los ardores del desierto;
en la borrasca
sosegado puerto
y en medio de la noche, estrella y guía.
A tu largo vivir yo de debía
mi fé en la lucha, mi horizonte abierto,
los famosos
pomares de mi huerto
y mis años de paz y de alegría.
Tras cristalino sufrir caíste inerte
por el célico albor iluminada,
y se acabó mi dicha con
tu muerte;
pues yo no busco en la existencia nada:
tan sólo espero retornar a verte.
Ruega porque
termine mi jornada.
Daniel Arias Argaez
español