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Anhelo

Anhelo ser cual la serena fuente,
que va enredando sus canciones gratas
entre los lirios que en su linfa brotan
y en los juncares que a su borde se hallan,
–rendida acaso al seductor hechizo
del ruiseñor que en la espesura canta.

Nunca en oleajes de pasión se riza,
y en sus cristales con cariño guarda
al raso azul del espejado cielo,
o bien el rayo de la estrella blanca...
Uno, ilusión en el correr constante;
otro, la dulce floración del alma.

Podéis herirla con traidor guijarro:
ni os lo devuelve ni en enojo estalla:
os baña el traje con cien mil diamantes,
y sigue hilando su armoniosa charla.
y va ciñendo a las amigas piedras
sendas coronas de espumillas albas.

¡Ah! ¡Cómo envidio su vivir! ¡Qué hermoso
sentirse lleno de nobleza tanta
que esté colmado el corazón de dicha
y aún se desborde con frescuras de agua,
trocando en campo de verdor el yermo
donde posamos la errabunda planta!

Tener sonrisas que oponer al duelo,
rimar canciones si la envidia brama,
juzgar «edén» nuestra parcela humilde,
regarla, siempre de fecundas ansias,
y allí, a la sombra de un ideal querido,
dejar tranquila que florezca el alma!

Auristela C. de Jiménez
costarricense

Vuelo supremo

Quiero vivir la vida aventurera
de los errantes pájaros marinos;
no tener, para ir a otra ribera,
la prosaica visión de los caminos.

Poder volar cuando la tarde muera
entre fugaces lampos ambarinos,
y oponer a los raudos torbellinos
el ala fuerte y la mirada fiera.

Huir de todo lo que sea humano;
embriagarme de azul... Ser soberano
de dos inmensidades: mar y cielo,

y cuando sienta el corazón cansado
morir sobre un peñón abandonado
con las alas abiertas para el vuelo.

Julián Marchena
Costarricense; 1897 - 1985