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Yo no quiero estas rosas

Yo no quiero estas rosas
que no tendré mañana.
¡Sólo adoro las cosas
perdidas y lejanas!
Nada presente quiero.
Nada futuro ansío.
En el pasado está
todo lo que fue mío:
la voz que ya no oiré
vibrará en mis oídos
con la infinita angustia
de los bienes perdidos.
La boca que hoy me tiendes
y que hoy también rechazo,
será después a la única
que ambicione mi abrazo.
Buscaré ansiosamente
la presión de tu mano
cuando, perdida y lejos,
sea ya todo en vano.
Y víctimas de mis
inauditos antojos,
acaso llora sangre
por tus perdidos ojos.
Se pasa la vida
de rodillas y juntas
las manos, sollozando
por las cosas difuntas.
No me hagas más reproches
porque no te he querido,
¡Porque te adoraré
cuando te halla perdido!

María Monvel
chilena

En el frío de tu sonrisa

En el frío de tu sonrisa
no quedaba ya resplandor.
¡Aún la carne se me eriza
cuando pienso en aquel amor!

Veinte años apenas los míos:
¡pudiste haberme dado el ser!
¡Tú eras crepúsculo sombrío
y yo era un claro amanecer!

En ti no había ya memoria
de la pasada juventud.
Tu último sueño era la gloria
para después del ataúd.

La nieve a blanquear comenzaba
en tu sien –¿por eso te amé?–
y en una larga arruga surcaba
las frías manos que adoré.

Llegué yo –mariposa loca–
¿qué había en ti, qué había en ti,
que se prendieron en tu boca
mis labios frescos de rubí?

¿Con quién hiciste pacto, viejo,
que te adoró mi juventud
y aun te añoro, con un dejo
de inmensa y triste laxitud?

¿Con quién hiciste pacto para
que nunca te olvidara bien
y aún soñara, aún soñara,
en tu infierno desde mi edén?

Tú no eres nada. Eres el recuerdo.
¡Es él el que no muere en mí
y es cuando en mí misma me pierdo
cuando estoy más cerca de ti!

Cerca de las dos manos finas
que el trabajo ni el sol doró
y que llenaron de espinas
el inocente corazón...

Tú no me importas. Te hallé viejo.
Te vi hoy pasar y me reí.
¡Ni una huella queda, ni un dejo
del amor por que padecí!

Pero el Chopin que amabas tanto,
culpable de esta evocación,
hoy me tiene ciega de llanto,
viviendo la misma pasión.

¡Cómo odio, con amor inmenso
el recuerdo que vive en mí,
y sobre todo cuando pienso
en la juventud que te di!

María Monvel
chilena