Mostrando entradas con la etiqueta Rosario Sansores. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Rosario Sansores. Mostrar todas las entradas

La canción de la vida vulgar

Mi existencia no tiene nada de extraordinario:
no registran las hojas vulgares de mi diario
ni un suceso anormal.
¡Oh i vida uniforme, monótona, cansada,
donde no ocurre nada
sensacional!

Mis horas son lo mismo que cuentas engarzadas
todas igual, labradas
en un largo collar.
¡Ni un amor de tragedia que mis nervios sacuda,
que me hiciera gritar!

Vigilantes, mis ojos están abiertos para
atisbar, cuando cruce, la visión dulce y rara
de la emoción fugaz...
Pero no llega nunca, y en la tarde dormida
con un largo bostezo le reprocho a mi vida
con su paz

Rosario Sansores
mexicana

Tú y yo

Tú y yo. Dos seres que juntara un día
la mano del azar, ya nada somos.
Dos extraños, que cruzan y se miran
sin una sombra pálida en los ojos.

Tú y yo. Una tarde de abril adolorido...
un pájaro cantando en la enramada
y de tu boca un trémulo suspiro,
y de la mía una palabra vaga...

Eso fue nada más un sueño roto,
una ilusión que arribó la vida.
            Ahora, ni amor ni odio...
que el corazón todo recuerdo olvida.

Rosario Sansores
mexicana

Las horas pasan

No quiero de nuevo vivir lo vivido
ni prestar oídos a la tentación...
¡Cómo se estremece pensar que, escondido,
            pudiera cupido
preparar sus flechas y herirme a traición!

            Tengo miedo. Tengo
temor de mis nervios: soy frágil y no
sé si esta energía con que me sostengo
dure todo el tiempo que quisiera yo.

No quiero, no quiero sentirme deseada...
Y cuando tus ojos me contemplen ,sé
que ardientes desnudan, con una mirada,
mi carne, que surge, dura y perfumada
bajo la coraza tibia del corsé...

En tanto las horas pasan silenciosas,
llevándose el oro de mi juventud,
bajo las estrellas claras y radiosas,
            pienso en estas cosas,
en un sentimiento vago de inquietud...

Rosario Sansores
mexicanos

Sé que me amaste

Yo sé que en otro tiempo me has querido.
No importa que el olvido
con mano segadora
la llama de ese amor haya extinguido.

Yo sé que me adoraste plenamente,
y aunque miro en tu rostro indiferente
la serena expresión altiva y fría,
¡sé que en tu seno recliné mi frente
y que tu boca acarició la mía…!

Rosario Sansores
mexicana

Líneas paralelas

Hoy, cuando el tranvía cruzó la calzada,
sentí unos deseos locos de llorar;
la tarde era triste, tan triste y nublada
como aquella tarde que te vi marchar.

La estación erguía su nueva fachada;
los trenes pasaban con rudo ajetrear,
y en aquel gran banco, cerca de la entrada,
dos novios se aislaban para platicar.

Por la ventanilla me asomé. A lo lejos,
las luces brillaban con vagos reflejos:
y ahogando el sollozo próximo a brotar,

descendí pausada la recia escalera
y en aquel oscuro banco de madera,
como en otros días, me senté a esperar...

Uno a uno, veinte, treinta pasajeros,
fueron descendiendo del enorme tren;
sonaban sus pasos, firmes o ligeros,
sobre el duro asfalto del pequeño andén.

¡Oh, si tú vinieras! –pensé con un loco,
furioso deseo de verte llegar;
y cuando a lo lejos asomaba el foco
verde que avanzaba, me echaba a temblar.

El pulido acero de las paralelas,
ante mí mostraba sus líneas gemelas.
«Sin poder unirse juntas marcharán...»
Y evoqué la vieja lección aprendida,
pensando que fueron tu vida y mi vida
líneas paralelas que no se unirán...

Rosario Sansores
mexicana

El deseo imposible

Luchar... ¿por quién y para quién?, me digo
no tengo a un ser querido en derredor;
a nadie importa si me muero o vivo
ni a nadie le interesa mi dolor.

Luchar, ¿por quién y para quién?, suspiro;
barca sin rumbo, a la deriva voy
y a cada nuevo golpe del destino
sola, indefensa, a su merced estoy.

Todo aquello que odié me ha sido dado;
todo cuanto pedí me fue negado.
¡Y era tan poco lo que yo deseé!:

Ni riquezas ni honores... solamente
un corazón para apoyar mi frente
y un dulce amor para fincar mi fe.

Rosario Sansores
mexicana

De mi vida

Me borraste del libro de tu vida
más no tengo reproches que lanzarte;
si me llamé tuya y consentí en amarte,
no me muestro por ello arrepentida.

No es perenne el amor ni hay fuerza humana
capaz de retenerlo eternamente…
Tú y yo nos adoramos locamente...
¡no importa que haya sido un mañana!

Dulce huella en mi espíritu has dejado
porque en mi corazón, ¡oh bienamado!,
no se abrieron las rosas del hastío...

Y no quiero ni debo reprocharte,
porque espero algún día perdonarte
y llamarte otra vez, de nuevo, amado mío.

Rosario Sansores
mexicana

Amo la juventud

Amo la juventud porque es ardiente
amo la juventud porque es confiada,
porque todo lo da, sin pedir nada
y sabe amar apasionadamente.

Amo la juventud que locamente
derrocha su tesoro de quimeras
y vive sin pensar en las ligeras
alas del tiempo trágico y doliente.

Divina juventud que sueña y ama,
haz que en mi sangre, tu violenta llama
prolongue sus ardores todavía...

Dame con tu bondad maravillosa
tu dulce fe, tu fuerza generosa
y el áureo cascabel de tu alegría

Rosario Sansores
mexicana

Mentiras

Ya no quiero verdades amargas
            que apaguen mi risa,
sino dulces mentiras amables
que me alegren piadosas la vida.

Ya no guardo rencores ni odios:
para aquellos que el pecho me hirieron,
con olvido tan sólo respondo
            al mal que me hicieron.

De este mundo viajeros inciertos
vamos rumbo a una tierra ignorada...
bruscamente el vagón se detiene
            y alguno se baja...

Después sigue su marcha seguro
a través de los anchos caminos.
¡Así van descendiendo uno a uno
            reyes y mendigos!

Y pues todo se borra y se acaba,
¿para qué la verdad hosca y ruda?
No me importa que mientas, Amado.
¡La mentira es piedad y es dulzura!

Rosario Sansores
mexicana

Ahora

Ahora que entre nosotros sólo queda el olvido,
ahora que sé que nunca me volverás a ver,
me pregunto si es cierto que nos hemos querido
y si esto que ha pasado es lo que debió ser.

Yo para ti no he sido sino una flor nevada
que al borde del camino derramaba su olor.
Te gusté, me gustaste, me hallaste perfumada,
y acaso te dijiste: «¡es otro nuevo amor!».

Nada más. Tierna y frágil, no puse resistencia.
¡Había en mí un deseo tan ferviente de amar!
Tú llenabas el hondo vacío de mi existencia...
¿Qué importaba el mañana? ¡No lo quise pensar!

Nos separó tu loca vanidad. Un buen día
no trajo el mensajero tu ansiada carta gris:
esperé, pero en vano, porque nunca venía
aquel sobre timbrado con una flor de lis.

No traté de buscarte. Reuní tus cartas; luego
las conduje al expreso con rumbo al interior...
Después torné a mi casa y bajo un sol de fuego
mi orgullo y yo juramos olvidar este amor...

Y tú, ¿qué harás ahora en estas tardes grises
en que se abren las flores rojas de flaboyán?
Evocarás la sombra de mis pupilas tristes
y mis labios sensuales que no te besarán...

Y te dirás entonces: «¿Por qué la dejé irse?
Otra mujer cual ella no encontraré jamás...».
La luz en la ventana comenzará a extinguirse...
Tú encenderás la lámpara... luego, suspirarás...

Rosario Sansores
mexicana

Vencida

No huyas de mí cuando me veas... no temas
que pretenda de nuevo conquistarte.
Sé que el amor, cuando se va, no vuelve
ni la ilusión que se agostó renace.

No temas ya. Mi corazón amante
víctima fue de tu capricho un día.
Confié, sin sospecharlo, a un instante
la serena quietud del alma mía.

No temas encontrarte en mi camino,
ni apartes de mis ojos tu mirada
sutil y embriagadora como el vino.

Me he resignado a tu desdén, y herida,
sabré ocultar ante la faz del mundo
la suprema derrota de mi vida.

Rosario Sansores
mexicana

oLa vieja historia

Tal vez me amó tu corazón un día,
cuando la juventud era en mi boca
como una abeja susurrante y loca
bajo el cálido sol del mediodía.

Tal vez te amé también cuando embriagada
por el aroma del jardín florido,
tus palabras llegaron a mi oído
como una dulce música encantada.

Cómplices fueron el zafir del cielo
y el céfiro sutil que, perfumado,
rimaba epitalamios en su vuelo...

Después... la vieja historia repetida:
el verbo tantas veces conjugado
y la eterna ilusión desvanecida.

¿Rosario Sansores?
mexicana