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El dulce milagro

¿Qué es esto? ¡Prodigio!: ¡Mis manos florecen!
¡Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen!
Mi amante besome las manos y en ellas,
¡oh gracia!, brotaron rosas como estrellas.

Y voy por la senda voceando el encanto
y de dicha alterno sonrisa con llanto
y bajo el milagro de mi encantamiento
se aroman de rosas las alas del viento.

Y murmura al verme la gente que pasa:
¿No veis que está loca? Tornadla a su casa!
¡Dice que en las manos le han nacido rosas
y las va agitando como mariposas...

¡Ah, pobre la gente que nunca comprende
un milagro de éstos y que sólo entiende
que no nacen rosas más que en los rosales
y que no hay más trigo que el de los trigales!

Que requiere líneas y color y forma,
y que sólo admite realidad por norma;
que cuando uno dice: «Voy con la dulzura»,
de inmediato buscan a la criatura...

Que me digan loca, que en celda me encierren,
que con siete llaves la puerta me cierren,
que junto a la puerta pongan un lebrel,
carcelero rudo, carcelero fiel,

¡cantaré lo mismo: «mis manos florecen!
¡Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen!
¡Y toda mi celda tendrá la fragancia
de un inmenso ramo de rosas de Francia!

Juana Fernández Morales de Ibarbourou
uruguaya

Rebelde

Caronte: yo seré un escándalo en tu barca.
Mientras las otras sombras recen, giman o lloren
y bajo sus miradas de siniestro patriarca
las tímidas y tristes, en bajo acento, oren,

yo iré como una alondra cantando por el río
y llevaré a tu barca mi perfume salvaje;
e irradiaré en las ondas del arroyo sombrío
como una azul linterna que alumbrara en el viaje.

Por más que tu no quieras, por más guiños siniestros
que me hagan tus dos ojos, en el terror maestros,
Caronte, yo en tu barca seré como un escándalo.

Y extenuada de sombra, de valor y de frío,
cuando quieras dejarme a la orilla del río,
me bajarán tus brazos cual conquista de vándalo.

Juana de Ibarbourou
uruguaya

Vida-garfio

Amante: no me lleves, si muero, al camposanto.
A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
alboroto divino de alguna pajarera
o junto a la encantada charla de alguna fuente.

A flor de tierra, amante. Casi sobre la tierra,
donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
alargados en tallos, suban a ver de nuevo
la lámpara salvaje de los ocasos rojos.

A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
            más breve. Yo presiento
la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
por sentir en sus átomos la frescura del viento.

Yo sé que acaso nunca allá abajo mis manos
            podrán estarse quietas;
que siempre como topos arañarán la tierra
en medio de las sombras estrujadas y prietas.

Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen
en la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raíces vivas
yo subiré a mirarte en los lirios morados!

Juana de Ibarbourou
uruguaya

El afilador

Este dolor heroico de hacerse para cada noche
un nuevo par de alas...
¡Dónde estarán las que ayer puso sobre mis hombros
el insomnio de la primera hora del alba!

Día, afilador de tijeras de oro
y puñales de acero y espadas de hierro;
anoche yo tenía alas
y estuve cerca del cielo.

Pero esta mañana
llegaste tú con tu flauta, tu piedra.
tus doce cuchillos de plata.

Y lentamente me fuiste cortando las alas.

Juana de Ibarbourou
uruguaya