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Rabí Jeschona de Nazaret

Calladamente, profundamente, serenamente,
iba el monarca de las espinas y los abrojos
por las ciudades huracanadas dando a la gente
pan de su ensueño, miel de su vida, luz de sus ojos.

Rey pensativo de los harapos. ¡Oh, caballero
de los silencios interminables sobre los montes!
Pasaba suave como la vaga luz de un lucero,
y ante su paso se desdoblaban los horizontes.

Despreció el oro su azul orgullo de visionario.
Vivió encendido como la brasa de un incensario
y a fuerza de éxtasis se puso mágico y transparente,

y cuando el pueblo bajó hasta el fondo del negro vicio,
este monarca subió a la cumbre del sacrificio
calladamente, profundamente, serenamente.

Luis Palés Matos
portorriqueño

de: https://ciudadseva.com/texto/rabi-jeschona-de-nazaret/

Dilema

Contigo estoy perdido, contigo estoy salvado.
Eres gozo y tormento, sentencia y redención.
Por ti desciendo al vórtice llameante del pecado,
por ti alcanzo la gracia divina del perdón.

Arcángel o demonio, me tienes condenado
a este vivir de muerte que arrastra el corazón.
Pasas —soplo del cielo— por mi amor angustiado,
y me quemas la sangre como una maldición.

Tu voluntad me ha hecho mendigo o potentado.
Júbilo y desaliento pones en mi canción.
Soy, en tus manos crueles, el burlador burlado,

y en el torvo dilema que afronta mi pasión,
te amo, con el más negro odio desesperado,
te odio, con las más clara y limpia adoración.

Luis Palés Matos
portorriqueño

de https://ciudadseva.com/texto/contigo-estoy-perdido-contigo-estoy-salvado/

Sonetos del campo [Antes que Dios]

V

Por la resplandeciente soledad del camino
se menea el orgullo majestuoso del toro.
El crepúsculo prente su fuego vespertino
en su ojo, donde late virilidad de oro.

Es una emocionante satisfacción que asciende
sobre el pezón lapídeo de la loma encendida
y un cuadro sugestivo e idolátirco enciende...
¡oh la testuz del toro sobre un florón de vida!

¡Qué inemenso está en su fuerza retadora y pagana
emulando a su abuelo Apis, contra la grana
imperial de la tarde que debilita su hacho!

Muge la vaca joven de amor y lozanía
y él echa a correr como lujosa cobardía.
(Antes que para Dios, él nació para macho).

Luis Palés Matos
portorriqueño

Mujer encinta

Mirada de ternura degollada
en la que suena un lánguido balido,
voz vegetal de musgo humedecido
que trasmina del alma enamorada.

Horizonte de curva renovada
al contorno del cuerpo devenido,
y al fondo, la arpa roja del latido,
por mano de aire luz sangre pulsada.

Afuera dejadez, ademán lento,
palabra de moroso movimiento,
en pausa inerte la existencia anclada,

y adentro Dios, gozoso de armonía,
pensando y afanando noche y día
para sacar su mundo de la nada.

Luis Palés Matos
portorriqueño

de http://www.tainoworld.com/mujerencinta.html

Esa mujer

Esa mujer se parece a mi madre.
A mi madre, perdida en la distancia
del pueblo viejo, donde estará ahora
cayendo un agua cadenciosa y mansa.

Esa mujer se parece a mi madre.
Yo siento la onda azul de su mirada
envolviéndome en una cosa tibia
de mansedumbre, de éxtasis, de alma.

A fuerza de sufrir se ha vuelto buena,
a fuerza de llorar se ha vuelto diáfana,
a fuerza de callar se ha vuelto triste,
a fuerza de querer se ha vuelto santa...

Esa mujer se parece a mi madre.
¡Oh, qué deseos tengo de abrazarla
contra mi corazón; ver sus arrugas;
besar la nieve noble de sus canas,
y lavar mis pecados y mis vicios
en el rocío puro de sus lágrimas!

Esa mujer se parece a mi madre.
Transportado, no dejo de mirarla,
sin poder explicarme este momento
sentimental porque mi vida pasa...
A mi madre, perdida en la distancia
del pueblo viejo, donde estará ahora
cayendo un agua cadenciosa y mansa.

Luis Palés Matos
portorriqueño

Crepuscular

En el recogimiento de la anchura
la tarde hunde su blonda sutileza,
y pone un pensamiento de ternura
y un presagio indecible de tristeza.

Llora sangre el ocaso en la blancura
de la nube lejana, y con pereza
apaga la montaña su figura
borrándose en un éxtasis turquesa.

Solemnizando la quietud cristiana
retiembla sus dolores la campana
en un tono pausado y macilento.

La brisa flébil su querella entabla,
y hay una voz interna que nos habla
de las ruinas vetustas de un convento.

Luis Palés Matos
portorriqueño

de https://www.poesi.as/lpm083.htm

Ignorancia

Me convertí en pupila indagadora
clavando mi pregunta en el arcano,
a manera de flecha tentadora
lanzada por un arco soberan.

Se anunció Apolo. Fulguró la aurora
llena de pompa y esplendor pagano;
gocé su claridad confortadora
y hablóme con su trueno el océano.

Jesucristo, Moisés, Mahoma, Buda,
me sumieron de súbito en la duda
pero seguí con la pregunta, fijo,

y el Todo, al compensar mis ansias locas,
me quiso contestar por tantas bocas
que no pude entender lo que me dijo.

Luis Palés Matos
portorriqueño

Fuego infantil

La abuela de los ojos apagados
nos narraba en las noches de velada
lances de caballeros embriagados
de romance, de novias y de espada.

Y cuentos de palacios encantados
por la varilla mágica de un hada...
diabólicos, de monstruos espantados,
divinos, de princesa sonrosada.

Y una noche de rayos y de truenos,
su hueca voz llena dé ritmos buenos,
en lenta gradación se iba extinguiendo.

El perro aulló. –¡Tan! –dijo la campana,
una ráfaga entró por la ventana
¡y la abuelita se quedó durmiendo!

Luis Palés Matos
portorriqueño

Supremo idilio

Tú que surgiste en mi como una maravilla,
te adheriste a mi alma como hiedra a una ruina;

floréceme la boca al calor de tus labios;
enjóyame las sienes al roce de tus manos;

infiltra de tu alma la luz en mi tiniebla,
retórname a una aurora de amor en primavera...

Quiébrame este silencio que amordaza mi lengua,
exprímeme la hiel que mi vida envenena...

Al vetusto castillo de mi melancolía
enciende luminarias, descorre las cortinas...

Arranca la simiente de mi tedio implacable,
apaga con tu beso el cirio en mi agonía...

Estréchame en tus brazos, seré alondra al amarte...
¡Sáciate del milagro que en mi alma lograste!

Carmen Demar
puertorriqueña

Polen

Déjame ser a veces cruda como la tierra,
abrupta como el agua, rápida como el viento...
Déjame ver un punto lo que el instinto encierra,
antes que lo vuelva trizas el pensamiento...

Que este suspiro informe que condensa la nada
se haga trueno a tu oído y una estrella lo escuche...
Y que a mi vuelva luego la quietud educada
de algún libro en su estante o la perla en su estuche.

Clara Lair
portorriqueña