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Selecciones de «La enamorada del rey»

Maese Lotario:

¿Qué amor te prende, Mari-Justina,
y pone duelos sobre tu abril?
¿Acaso oíste la voz divina
al ritornelo del tamboril?
¿Fué en la fontana donde las niñas
cambian su beso con el galán?
¿Fué en roja tarde, bajo las viñas,
cuando merienda las uvas, Pan?
¿Qué ballestero, tras los ramajes,
te asestó el dardo que lleva amor?
¿Sobre qué cielo y en qué celajes
pasó la sombra del cazador?

Mari-Justina:

¡Son mis amores suspiro y llanto!

Maese Lotario:

Si tus amores me cuentas tú,
te haré unas lindas coplas de planto.

La ventera:

¡No quieras planto de bululú!
¡Será la befa de la insensata
enamorada del Rey!

Mari-Justina:

¡Abuela!

Maese Lotario:

Claros luceros de serenata
serán tus penas en mi vihuela.
De tus amores glosaré el cuento,
Mari-Justina.-Por un vergel
va el Rey de caza. Breve momento
le ve la niña. Préndase de él...

Mari-Justina:

¡Cátate el cuento!

Maese Lotario:

¡Gentil quimera!

Mari-Justina:

Fué mi desgracia verle aquel día,
después de verle, forzoso era
amarle, pero no lo sabía.

Maese Lotario:

¡Poder que alcanzan testas reales!
¡Luces que dejan tras de pasar!

La ventera:

¡Melancolías!

Mari-Justina:

¡Divinos males

de los que muero por no olvidar!

Maese Lotario:

Sé la tristeza de tu sonrisa:
Cuando era niño también amé
nueve princesas sobre la brisa,
y nueve bocas juntas besé.

Mari-Justina:

¡Las nueve amaste!

Maese Lotario:

¿Sobre mi cuna
no murmuraron igual canción?
¿No se inclinaron bajo la Luna
con una misma genuflexión?
¿No fué su beso sobre mi boca
el mismo ardiente beso de miel?
¿No era del alba su risa loca
y fué en sus manos el sol, rabel?
¡Las nueve hermanas son mis madrinas!

Mari-Justina:

¡Nueve princesas que hermanas son!
Tú me respondes con bernardinas
cuando te muestro mi corazón.

Maese Lotario:

Mari-Justina, tus sueños viste
el azul triste del ideal.
¡Era una sombra y un Rey fingiste!

Mari-Justina:

Si otra le viera, le amara igual.
Iba de caza, y en su manopla
abría las alas un blanco azor.
¡Partió volando!

Maese Lotario:

¡Como en la copla
de Gerineldos y Blanca-Flor!

...

Mari-Justina:

Si en presencia del Rey llegas a verte,
le contarás cómo hubo una doncella
que quiso desposarse con la muerte
para amarle feliz desde una estrella.

Maese Lotario:

Mari-Justina, contaré tu historia.
Y a la caduca frente coronada,
la enamorada luz de tu memoria
llevaré con la luz de tu mirada.

Mari-Justina:

Y no te partas tú sin prometerme
volver un día a recoger mi pena:
Quiero con tu canción adormecerme
y estrecharme a morir, dichosa y buena.

Maese Lotario:

He de volver, para besar a hinojos
la estela azul de tu alma cuando llora.
¡Ya no podré olvidar nunca tus ojos
llenos de luz, cual son en esta hora!
Mari-Justina-dulce amor de ensueño
con perfume de llanto, y notas leves
de gentil ritornelo-, tu abrileño
trino de pajarita de las nieves,
me hace reclamo en todos los parajes.
Cuando descanso al pie de los caminos,
canta tu voz en todos los ramajes,
resumen tu canción, olmos y pinos.
¡Y en tanto, como en copla de rondeña,
queda con Dios, y adiós, Mari-Justina,
queda con Dios, y adiós, niña que sueña!
¡Tu amor ha de contar mi mandolina!

Mari-Justina:

Pues conoces la causa de mis males,
y para el Rey te dije mi secreto,
vuelve con tu canción a estos umbrales.
No te olvides de mí.

Maese Lotario:

¡Te lo prometo!

...

Altisidora:

La hija de Pero Mingo, el Mesonero,
esta carta le manda al Rey de España
en las alforjas de un titiritero.

...

«Señor Rey: Una niña, nieta de una ventera,
os escribe esta carta entre gente arriera.
Pero en letras no pueden escribirse suspiros,
y no sabe otra cosa, Señor Rey, que deciros.
Como las encantadas princesas de los cuentos,
suspira en un palacio de azules pensamientos,
y se muere de amor, como se mueren ellas,
y le duelen los ojos, de contar las estrellas.
Con el azor al puño y el sol sobre la frente
os vi. Soy una niña que os amó de repente,
y deshojó su ramo de rosas una a una,
con ojeras de pena y con manos de luna.
Ya no son conocidas estas manos, que antes
apagaron las sedes de tantos caminantes.
Pulidas por la muerte, marfiles son ahora
mis manos, que antes eran manos de labradora.
Señor, sólo con veros, ya se cumplió mi suerte:
Con su cirio de cera, me bendice la muerte».

Ramón de Valle Inclán
español