Yo venía rosada de fresca adolescencia
por la campiña verde, bajo el azul de Dios...
Yo venía cantando mi sana florescencia
con el cristal sonoro de mi cándida voz.
Yo venía rosada. Yo venía fragante,
oliendo a agüita clara y a risueño botón...
Tú estabas a la vera de mi huella triunfante
para torcer mis pasos hacia tu corazón!
Y como fascinada yo seguí el laberinto
de tus suaves pendientes todas ellas de Amor...
Yo venía rosada con olor a jacinto,
yo venía cantando sin saber del Dolor...
Y hoy... que un viento de olvido sacudió mis hondores
vengo triste y velada por mortal palidez.
Yo venía rosada con mis sueños cantores
y hoy me vuelvo amarilla de temprana viudez.
Olga Azevedo
chilena