Una casita de tosca piedra
junto a la margen de un manantial
donde florece la verde hiedra
do enamorado canta el turpial.
Un manso lago de blanca espuma
en cuyas ondas de azul color
boguen las cisnes de nívea pluma,
al son de remo del pescador.
Un cielo limpio lleno de estrellas
desvaneciendo la oscuridad;
suaves perfumes, músicas bellas,
y allá, a lo lejos, la tempestad.
Sobre mis labios tus labios rojos,
un solo pecho de nuestros dos,
juntas las manos, cerca los ojos,
y nuestras almas cerca de Dios.
Visto en Herencia, 1895, de Clorinda Matto de Turner– https://archive.org/details/herencianovelap00turngoog/page/n197/mode/2up?
Según un testimonio de Narciso Garay citado en el ensayo «Santos Cifuentes (1870-1932): la profesión de musical en Colombia en las dos primeras décadas del siglo XX» de Egberto Bermúdez, en el libro La hegemonía conservadora, 2018, editada por Rubén Sierra Mejía, p.239, es un poema de Carlos Tavera Navas, bogotano.