Muerta la fe, rendida la cabeza,
la lanza rota, el corazón sin brío,
voy por la carretera del Hastío
sobre el viejo rocín de la Tristeza.
Mi espíritu es un buen samaritano
que aúna en brazos de perenne alianza
algo de don Alonso de Quijano
con algo del paciente Sancho Panza.
No llevo rumbo ni llevarlo quiero,
ni tras de nadie voy ni a nadie espero,
ni espera nadie la llegada mía.
Como ya la ilusión no me conforta,
como todo es igual, nada me importa
morir hoy, o mañana, o cualquier día
Francisco Restrepo Gómez
bogoteño; 1889-1924.
Silueta Interior