La vara de Pirimpilo

Del muy singular combate librado entre Pirimpilo y el ogro Panqueque

Don Paco Panqueque montado en su Jaca,
al hombro el trabuco y al cinto la faca,
con tamaño hocico bajo el mostachón,
arre que te arre, grita que te grita,
don Paco Panqueque se me desgañita
carilargo y fiero por un cañadón.

Le han dicho a don Paco que su gran trabuco,
que su enorme faca, su hocico de cuco
y sus ojos rojos, no le han de servir
frente a Pirimpilo, gracioso y pequeño,
que tiene una vara, la Vara del Sueño,
con la que cien ogros ya han hecho morir.

La gente del cerro grita y se sofoca.
Se abre una montaña, retumba una roca,
desbórdase el río, se arrastra un alud,
la gente sospecha que es un terremoto
¡Y es Paco Panqueque, brujo boquirroto,
el del alboroto de tal magnitud!

¡Qué ejército tiene! Diez mil escorpiones,
quinientos gorilas, trescientos dragones;
de agudos colmillos todo un arsenal;
osos y panteras, chacales y lobos,
víboras y arañas, escuerzos, colobos,
armados con todas las flechas del mal.

El ogro a sus huestes contempla y estalla
en risas que tienen fragor de metralla,
resonar de trueno, ruido de arcabuz.
Contempla a huestes, se aprieta al espada,
y sigue sonando su gran carcajada
que a diestra y siniestra lleva el patatús.

El ogro en su jaca grita: "¡Pirimpilo:
en cuanto te vea, te levanto en vilo,
te atrapo en mis garras, y uno, dos y tres,
te mondo lo mismo que una mandarina,
masco tu sabrosa carne de gallina
y rompo tu cráneo cual casco una nuez!"

Al oirle ríe todo el regimiento.
¡Ruido igual no mete ni el amigo Viento
cuyos pingos nadie gana a relinchar!
Ríe el regimiento de oír a su jefe;
¡y el muy traganiños y el muy mequetrefe,
de puro contento ya va a reventar!

II

Por la senda opuesta Pirimpilo viene.
¡Qué cara más linda Pirimpilo tiene!
De nube y de nardos y de ágata es.
Estrellas, sus ojos; su boca, una rosa;
dos lirios sus manos; la estampa, graciosa;
es niño y es ángel y es flor a la vez.

Pirimpilo viene, Pirimpilo avanza.
Panoplia no trae, ni flecha, ni lanza.
Viene muy jinete sobre un ruiseñor.
Pirimpilo viene sin armas al brazo.
Las flores del valle saludan a su paso
con dulces palabras de aromas y color.

Pirimpilo inerme viene; pero el oro
de su cinto oculta preciado tesoro:
La Vara del Sueño hondo como el mar.
Vara que derrama tan fuerte beleño,
que sólo al mirarla se cae en un sueño
del que nadie nunca puede despertar.

Le sigue su ejército. ¡Quinientos millones
de abejas y avispas y de moscardones;
quinientos millones de erizos de mar;
de blancas palomas tan grande bandada,
que toda la tierra dejaba nevada
cuando se asentaba para reposar!

Faisanes y grullas, gaviotas y ranas,
milanos, pingüinos, halcones, iguanas,
un pavo real y un gran marabú;
tímidas fardelas, pardas pititorras,
veinte somormujos con sus lindas gorras,
una vieja espátula y un fiel cururú.

¿Y sus oficiales? ¡Comandante Grajo!
¡Coronel Cigueña! ¡Mayor Arrendajo!
¡Capitán Lechuza! ¡Teniente Zorzal!
Pirimpilo pasa revista a su gente,
que airosa desfila, donosa y sonriente
haciéndole venias a su general.

Mas, ¿qué ruido es éste? ¿Qué tropel resuena?
¿Por qué de rugidos el valle se llena?
¿Se hace el mundo trizas? ¿Qué ocurre, Señor?
¿Es el mar que deja su lecho bramando?
¿Se ha caído el cielo? Pero, ¿cómo y cuándo?
¿O es que ronca el viejo cerro Tronador?

¡Es Paco Panqueque! ¡Son sus fieras huestes!
Marchan entre olores de miasmas y pestes,
guiadas por el ogro tremendo y feroz.
Por donde ellas pasan, corceles de Atila,
bajo la llorosa mirada de Dios.

En un verde valle Pirimpillo y Paco
se encuentran. El ogro cara de mataco
ruge; Pirimpilo sonríe feliz.
El ogro da voces de mando a su tropa,
muge, grita, brama, se para, galopa,
mientras se enrojece su enorme nariz.

¡Ay, qué tremolina! ¡Ay, qué batahola!
El ogro su espada terrible enarbola;
mira a Pirimpilo con hambre brutal;
la tropa la azuza, le grita, le brama,
le grazna, le ruge, lo oprime, lo aclama,
entre los acordes de un himno infernal.

Pirimpilo aguarda dichoso, tranquilo.
Su vara del cinto saca Pirimpilo,
la esgrime ante el ogro ciego de furor.
Este se revuelca sobre su montura,
se tuerce, se araña, blasfema, perjura,
pues lo invade un hondo sueño abrumador.

Por fin, en su jaca se queda dormido.
Su gran regimiento se ve ya perdido,
pero avanza, loco, dispuesto a morir.
Pirimpillo esgrime su vara bendita;
y al rato, la tropa del ogro dormita
bajo el luminoso cielo de zafir.

Pirimpilo ordena: "¡Soldados, la muerte
más rápida y fiera para el que despierte!"
Mas nadie se mueve bajo el cielo azul.
Pirimpilo entonces orden el despojo
de los derrotados, y él se guarda un ojo
del ogro Panqueque, bellaco y gandul.

Vuelve Pirimpilo con su regimiento.
"¡Vencedor!"Le dicen las flautas del viento;
las aves le cantan: "¡Gloria al vencedor!"
Pirimpilo torna feliz, satisfecho.
¡Les trae a los niños prendido en el pecho
el ojo del ogro como un reflector!

Alfredo R. Bufano
guaymallino, 1895 - 1950