No el orgullo te tiene, ¡oh Muerte!, si te llaman
poderosa y terrible, porque nunca lo has sido;
aquellos que tú crees a tu golpe han caído
no pudren, pobre Muerte. Tus golpes no me escaman.
El descanso y el sueño —tus símiles— se aclaman
por el placer que dejan, de todos conocido;
y el placer de tu sueño debe ser más querido:
¡muchos huesos cansados reposo eterno claman!
Esclava del Destino, la Suerte y los suicidas,
las playas, el veneno, la guerra, te abastecen;
caricias y narcóticos igual que tú adormecen.
¿Por qué tu vano orgullo y engreimiento no olvidas?
Dormiré un poco; y cuando para siempre despierte
no habrá Muerte en el mundo: ¡morirás, pobre Muerte!
Traducción de Francisco Pérez Febres-Cordero