Piedad

Yo, que nunca en mi pecho di cabida
al pulpo constrictor del egoísmo
y que antes bien desperdicié mi vida
sirviendo a los demás con heroísmo,

hoy, cerca ya de la final partida
vuelvo los ojos a mi propio abismo
y siento, con el alma estremecida,
una lástima grande de mí mismo.

Si esto sucede a un pobre miserable,
¿qué no a Ti, buen Jesús, Dios inefable,
cuya bondad se funde con tu esencia?

Desciende, pues, por caridad, del cielo,
y haz que broten las rosas del consuelo
en el seco jardín de mi existencia.

Nicolás Bayona
colombiano