Encajado en la bélica armadura,
maltenido en menguado rocinante,
atraviesa la vida el arrogante
paladín de la humana desventura.
Amalgama de genio y de locura,
guerrero, trovador, sabio y amante,
en triunfo vá del caballero andante,
por todo el mundo la inmortal figura.
Se alzó como un espectro, de la nada,
sobre la noche de su edad sombría,
para abrir con los golpes de su espada
la huella de los siglos venideros,
y á través de los tiempos todavía
prosigue su matanza de carneros.
Diego Fernández Espiro
argentino; (1872-1912)