No tengo qué darte, pobre limosnero
que con paso tarde vas por los caminos;
mi fuente está seca, mi alero sin trinos;
no tengo qué darte, sigue tu sendero.
Las lilas del huerto murieron de frío;
tan sólo hay ceniza de hoguera apagada;
no quieras quedarte, morirías de hastío;
sigue tu camino, porque aquí no hay nada.
En vano a tus plantas cubiertas de abrojos
imploras descanso con dolientes ojos;
ante tu miseria me quedo callada.
En vano me miras callado y sombrío;
es más compasivo decir que no hay nada
que darte la sombra de un nido vacío.
Dolores Adame
colombiana