¡Feliz quién junto a ti por ti suspira,
quién oye el eco de tu voz sonora,
quién el halago de tu risa adora,
y el blando aroma de tu aliento aspira!
Ventura tanta, que envidioso admira
el querubín que en el Empíreo mora,
el alma turba, al corazón devora
y el torpe acento, al expresarla, expira.
Ante mis ojos desaparece el mundo
y por mis venas circular ligero
el fuego siento del amor profundo.
Trémula, en vano resistirte quiero...
de ardiente llanto mi mejilla inundo...
¡delirio, gozo, te bendigo y muero!
Gertrudis Gómez de Avellaneda
cuabana