Tal vez me amó tu corazón un día,
cuando la juventud era en mi boca
como una abeja susurrante y loca
bajo el cálido sol del mediodía.
Tal vez te amé también cuando embriagada
por el aroma del jardín florido,
tus palabras llegaron a mi oído
como una dulce música encantada.
Cómplices fueron el zafir del cielo
y el céfiro sutil que, perfumado,
rimaba epitalamios en su vuelo...
Después... la vieja historia repetida:
el verbo tantas veces conjugado
y la eterna ilusión desvanecida.
¿Rosario Sansores?
mexicana