La viejecita

La sala es antigua,
los cuadros: de plata,
los viejos sillones
color escarlata.

Las alfombras gruesas,
bajas las persianas,
¡ya el sol no penetra
ni por las mañanas!

Y en el ritmo suave
de una mecedora
una viejecita
desgrana sus horas.

Álbum en la falda,
mil fotografías,
recuerdos, perfumes,
sueños de otros días.

Aquellos ojillos,
pálidos, cansados,
antaño ¡cien veces
fueron alabados!

¡Ay aquel su garbo!
Su innata hermosura,
¡Y mírenla ahora,
qué horrible figura!

Pasó por la vida
sin creer en nada,
tiene el pelo cano,
la tez arrugada.

¡Pobre viejecita
de cabeza vana!
Se pasa las horas
hilvana que hilvana.

¡Si hubiera cedido!
¡Si hubiera llorado!
Abrigo a mi tedio
quizás habría hallado.

Así pasa siempre,
de la noche al día,
con la faz cargada
de melancolía.

El sol no penetra
ni por la mañana.
¡Qué poco se tiene
la cara lozana!

Autor desconocido