Ya no quiero verdades amargas
que apaguen mi risa,
sino dulces mentiras amables
que me alegren piadosas la vida.
Ya no guardo rencores ni odios:
para aquellos que el pecho me hirieron,
con olvido tan sólo respondo
al mal que me hicieron.
De este mundo viajeros inciertos
vamos rumbo a una tierra ignorada...
bruscamente el vagón se detiene
y alguno se baja...
Después sigue su marcha seguro
a través de los anchos caminos.
¡Así van
descendiendo uno a uno
reyes y mendigos!
Y pues todo se borra y se acaba,
¿para qué la verdad hosca y ruda?
No me importa que mientas, Amado.
¡La mentira es piedad y es dulzura!
Rosario Sansores
mexicana