Mirada de ternura degollada
en la que suena un lánguido balido,
voz vegetal de musgo humedecido
que trasmina del alma enamorada.
Horizonte de curva renovada
al contorno del cuerpo devenido,
y al fondo, la arpa roja del latido,
por mano de aire luz sangre pulsada.
Afuera dejadez, ademán lento,
palabra de moroso movimiento,
en pausa inerte la existencia anclada,
y adentro Dios, gozoso de armonía,
pensando y afanando noche y día
para sacar su mundo de la nada.
Luis Palés Matos
portorriqueño